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La bruja de Salem

De peluqueras

Ir a la peluquería, que en principio no debería tener mayor trascendencia que la duda de si quieres el pelo a capas o en recto, puede acarrear graves problemas psicológicos con el tiempo. Por lo menos a mí, que es ver mi pelo descuidado y temer la inminente vuelta a ese antro cruel y despiadado donde las arpías del barrio se pasan media vida. Porque las pobres peluqueras deberían terminar todas locas, yo desde luego no podría aguantar más de dos días seguidos soportando los berridos de los niños de la vecina del cuarto, que se aburría y ha decidido bajar a hacer una visita.

Bueno, dentro de lo que cabe, las cotillas fastidiosas no son lo peor. Lo peor es entrar ahí dentro con toda la ilusión del mundo y salir con más volumen en el pelo que el Rey León y una contractura grave en el cuello por culpa de ese potro de tortura que se hace llamar "lavabo".

Pero el remate, la guinda, la cúspide de lo que podría ser uno de los peores momentos en la vida de cualquiera (cualquiera que esté bien de la cabeza, claro) es cuando le dices a la señora peluquera (que vale, que está buenísima, pero ya le vale) que quieres que te corte de tal forma, y ésta te responde, mediante evasivas, que no tiene ni pajolera idea de cómo coño se hace lo que le estás pidiendo: ay, nena, no- todo esto mientras te soba el pelo-, con la cantidad de pelo que tienes y el remolino que te sale en cierta latitud de la cabeza, creo que si te hago eso no te iba a favorecer en absoluto. Mejor déjame que te... ejem... hagolomismoqueatodas.... ejem.

Bueno, la verdad es que esta vez sólo puedo quejarme de la parálisis en las dos terceras partes de mi cuerpo; el pelo me lo han dejado muy bien.

1 comentario

E -


...


Iba a haber ido esta tarde a cortarme la maraña esta que tengo encima de la cabeza, pero me has acojonado... = S·